LA CORTE DE AMOR
Solemne audiencia un día
daba el Amor; servía
Capricho de portero
y, solamente abría
a Dama o Caballero
que bien le parecía.
Juventud en la sala
vestida entró de gala
y ocupó la testera.
Entraron Risa y juego
y se salieron luego.
Llevó de compañera
la Gracia a la Hermosura,
y le alcanzó Ventura.
Esperanzas, temores,
ilusiones que ostentan
del Iris los colores,
deseos que atormentan
placeres que embriagan.
Requiebros y suspiros
en torno el numen vagan
en fantásticos giros.
Mas hete al Chisme aleve,
que todo lo remueve;
tras su susurro blando
llegan en fiero bando
Sospechas y Recelos
y pendencieros Celos.
Fe, Constancia, Inocencia
lograron corta audiencia.
Ruborizadas salen
viendo cuán poco valen.
La Locura no falta,
que de Cupido era
antigua consejera
y tiene allí vara alta.
Y el traidor Fingimiento
que a los que muerde halaga,
y el fino Rendimiento
que aun del desdén se paga,
el presumido Entono
que del triunfo se precia,
el pérfido Abandono,
la Confianza necia
cercan el áureo trono.
Falta entre tanta gente
la Razón solamente,
y fue que el tal Capricho
que es un perverso bicho,
nunca en buena harmonía
con la señora mía,
dar al Amor no quiso
de su llegada aviso.
Al fin, como precisa
cosa «Una noble dama»
(con solapada risa
le dijo) «aguarda afuera.
Doña Razón se llama
que la admisión espera».
Cuando hubo el nombre oído
turbose el tiranuelo;
confuso y amorrido
los ojos baja al suelo:
¿Pero por qué cobarde
le he de temer?» decía.
«Entre... mas no... ya es tarde.
Di que venga otro día».
Andrés Bello
Incluido en Poesías Andrés Bello; prólogo de Fernando Paz Castillo, en www.cervantesvirtual.com