TEGUCIGALPA
Vivo en un paisaje
donde el tiempo no existe
y el oro es manso.
Aquí siempre se es triste sin saberlo.
Nadie conoce el mar
ni la amistad del ángel.
Sí, yo vivo aquí, o más bien muero.
Aquí donde la sombra purísima del niño
cae en el polvo de la angosta calle.
El vuelo detenido y arriba un cielo que huye.
A veces la esperanza
(cada vez más distante)
abre sus largos ramos en el viento,
y cuando te pienso de colores, desteñida ciudad,
siento imposibles ritmos
que giran y giran
en el pequeño círculo de mi rosa segura.
Pero tú eres distinta:
el dolor hace signos desde todos los picos,
en cada puente pasa la gente hacia la nada
y el silbo del pino trae un eco de golpes .
Tegucigalpa,
Tegucigalpa,
duro nombre que fluye
dulce sólo en los labios.
Roberto Sosa