SI EL FRÍO FUERA UNA CASA CON HENO, NIÑO Y MISTERIO
El frío
tiene
los ademanes suaves
pero
sus claros pies de agua dormida
no entran
en las habitaciones de los poderosos.
Penetra
en las chozas
con la tranquilidad de los dueños
y abraza la belleza de los niños.
Los desheredados
dudan
de esas delicadas actitudes
y esperan la tibieza —se diría calor humano—
temblando como ovejas en peligro.
Su poderío aniquila los castillos de arena
habitados por sirenas, y a los inválidos
que en los días de ventisca
no poseen abrigo alguno.
Los caballos salvajes
galopan hacia el mar
cuando sus instintos
perciben
los movimientos
de su profundo corazón de nieve.
Roberto Sosa