SIN NOMBRE
No tenían nombre ni se les conocía.
Con muslos de arena
bailaban en los espejos
y se disminuían tras el azogue, fragilísimas,
hacia fábulas de azúcar.
Eran al llanto fáciles.
Explicarlo no puedo.
Si pudiera diría
que anidaban todo el amor del mundo.
Eran de arena dije. Y este odio,
el odio de este suelo
las destrozó en un absurdo
de escarpados cristales.
Eran hermanas mías.
Aquí escribo sus nombres
debajo de las lámparas.
Roberto Sosa