CONTEMPLACIÓN Y AVENTURA II
He descendido
con mi atuendo de nubes
al valle donde canta el agua
y lloran ángeles pidiendo acaso
una canción que resucite hombres.
Ha transcurrido un tiempo
que fue de soledad.
Había cumbres para ver la vida
como la ven los dioses donde nada puede rasgar su túnica de nieve.
Fui joven.
También tuve
mi clara independencia,
mi ruda intimidad de lobo
devorador de lunas
y aquel gusto salvaje
de atesorar mis noches en el alma
como diamantes fijos.
Porque era bello contemplar a solas
y, en libertad, sobrevolar la tierra.
Porque era grato comprobarse fuerte,
indómito, distinto,
quien tuvo el privilegio
de hallar razones para la alegría.
He descendido ahora.
Una ley me ligaba desde antiguo
a la tristeza.
Abrir los ojos, cultivar paisajes,
elegir el color de la mañana,
y sobre el precipicio
jugar a vida o muerte con la espuma,
coger el fruto, acariciar la fiera,
todo quedó como un cuadro lejano
pintado en la pared, con un marco de olvido.
Estoy aquí con mis hermanos hombres.
Una mujer me canta como a un niño,
acaricia mi pelo de ceniza
y parte el pan, se ofrece
para ser devorada
como un futuro campo amanecido.
Ya no me pertenezco.
Soy tuyo, forjador, mi voz golpea
sobre tu yunque.
Mirad, he descendido,
sembrador de canciones.
Estoy contigo, labrador, contigo,
marinero inventor de melodías.
Tuyos son mis brazos de atleta,
albañil, buen amigo,
para que habites pronto tus palacios
y cobijen tus techos a todos los que lloran.
Tú, panadero, hermano,
toma mi aliento, amasa
pan y dulces para todos los niños.
No preguntes su raza.
Tú eres el rey. Yo canto
ahora para ti.
Es la hora del mundo.
El cuadro despereza sus caminos
en trance de aventura. En la pared
se está resquebrajando la tristeza.
Porque era bello contemplar a solas
y, en libertad, sobrevolar la vida.
Pero era poco para el hombre entero
lo que quizá bastaba para el ángel
Necesitaba compartir el gozo,
las palabras, la ausencia...
Me debo a todos en mi aliento os llevo,
os acojo en mi alma
a todos: todos sois mis elegidos.
Vamos a hacer un arca del tamaño
del mundo, del tamaño
de una canción.
Venid, que no se quede nadie fuera.
Vamos todos
en comunión de penas y alegrías
a la gran salvación o al gran naufragio.
He muerto un poco en cada uno
de vosotros, y todos
cantáis un poco en mí.
Se ha derrumbado la pared. El cuadro
está vivo.
Comienza la aventura...
Salustiano Masó
1 verso suprimido en Poesías Escogidas (1984).