OS HAGO JUSTICIA

A vosotros os canto, mentores de mi vida,
profesores apóstoles, porque también los tuve
—no los maestros grajos, orín y telarañas—
allá en los años treinta, mi loco paraíso.

Cierro los ojos y aún veo aquella sangre
que emborronó la patria.
                                          Mas vosotros ardíais,
arúspices de un culto del mañana,
pobres quijotes míos donde todo era entuerto,
olor a venta sórdida, barberos, ginesillos.

Quisisteis arrojarnos como simiente viva
a surcos prolongados en anchos horizontes.
Vestíamos de blanco tal nuestras casas pobres
y cantábamos himnos.
                                        Fariseos decrépitos
rechinaban los dientes contra vosotros, cristos
de la pedagogía, con estrellas por clavos
en vuestras recias manos forjadoras.

Hoy os recuerdo, humanos, como fuisteis,
con la tiza y el hambre, con el globo encendido
de volcanes y diosas, y el león de aquel cuadro
que presidía el aula. Rememoro los cánticos,
los amplios ventanales que miraban al río.
Tema de las lecciones: La paz entre los pueblos.
Fuenteovejuna en vibración perenne.
El palacio encantado de los números.
Y los rotos tabúes: desnudar el misterio
del amor y el origen de la vida.
Chiquillería indómita, éramos vuestra arcilla,
vuestra revolución (la más hermosa
y duradera).

                    Pero triunfaron
los cuadrilleros, los sansón carrasco,
enemigos jurados de cualquier aventura,
volcaron los tinteros de espesa tinta rojа,
os talaron, oh cedros, con ejemplar ferocidad,
os desterraron a las más remotas islas.

Y aquí estamos ahora, hemos crecido
huérfanos de vosotros, pequeños y vulgares
dentro del orden patrio, ceniza y disciplina,
en el próspero vientre de la hinchada ballena,
de la ballena muerta. Y entre la blanda sombra
ya casi ni nos duele
la mal cicatrizada quemadura
de vuestras imposibles, quiméricas antorchas.

Mas yo os hago justicia.