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LA NOCHE

Cuando, a veces, se cansa de estar vivo
mi corazón propicio al desencanto,
y me fatiga el curso repetido,
el beso fiel de la costumbre; cuando
me siento como extraño, casi muerto
de tan puro vivir siempre lo mismo,
y es de noche, y le doy vueltas al sueño
mientras en mi balcón grita el verano,
escaleras arriba, huyo del mundo,
conquisto la sorpresa azul del ático,
con goteras y polvo, abro el postigo
que da a las azoteas solitarias,
cierro tras mí con dos vueltas de llave,
y me entrego a ese mundo casi mágico
de cables y de antenas, de susurros
y caricias de alas que es la noche
en estío al nivel de los tejados.
Me tumbo cara al cielo en las baldosas
que huelen al recuerdo de la lluvia,
y poco a poco voy cediendo al vértigo
de la contemplación de tantos astros.
Cruza un avión guiñándole a la muerte
una pupila verde..., roja..., verde...
Traspasa la constelación del Cisne
vigilado por Vega, Antares, Júpiter...
Y se esfuma en la sombra —¿para siempre?—.

Contemplo. Ya no pertenezco al mundo.
El alma sólo dicta la medida
que hace distintas nebulosas, átomos,
estrellas... Y ahora ya no existe el alma,
sino el sueño... Ya nada me sostiene,
cual si la tierra me llevara en hombros
a través de cometas y galaxias...
Tanta orgía de luz y tan lejana,
y tan próxima, a veces, que se funde
con mi esperanza en un solo destello
de amor… Cierro los ojos; duermo...

(Paréntesis de sombra)
En un momento
despierto, palpo alrededor...
¡Oh pasmo
y extrañeza de ser! ¿Adónde estoy?
(¡Cayendo con horror en el vacío,
hacia la helada soledad!) Qué raro
que existan astros apagados, soles
de luz calcinadora, y que exista
YO, la masa viviente de mi carne.
el volumen fatal de mi pregunta...

Me asgo con espanto a las baldosas,
crispo los dedos entre las junturas...

¡Oh dulce gravedad, oh tierra madre,
me retienes aún, aún soy tu hijo!
Me consagro a tu seno desde ahora.
Te prometo mis huesos para siempre.

Estoy ebrio de asombro. Me levanto.
Quito con evidente afán de náufrago
las dos vueltas de llave del postigo.
Bajo de tres en tres los escalones...

Y allí está, sí. mi mundo: la ternura
de un libro abierto, el sueño de los niños...

autógrafo

Salustiano Masó


Historia de un tiempo futuro (1961)

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