LAS PRIMAS CARNALES
Su tremenda manera de atardecer
calladas, seda en los labios
y el lento hervor del pecho cada agosto.
Si lejanas, deseo;
y todo el cuerpo susto si dejaban
mi nombre resbalando en torno suyo.
Las templadas mentiras
dichas a media voz en lo más hondo
de aquellas reuniones familiares
entre resbaladizas lozas —bajo el cielo
inestable de otoño—.
Brasas
en vez de sueño luego.
Desde la luna un óxido
volcaba la amargura por sus trenzas
rizadas como el agua sin fe de algunos ríos.
Adiós y adiós. Los besos
marcados con la saña de lo que bien se sabe
perdido para siempre.
Aquella patria chica: la intemperie
de sus ojos como medallas jóvenes
que retuviesen agua en vez de brillo.
Palabras capturadas en películas,
molidas de repente por la risa y el llanto
sobre todo
de las moscas de octubre
pudriendo los membrillos, azulándolos
de una desesperada resina
que vivía
para todo el invierno molestando
la condenada paz de las despensas.
Tomás Sánchez Santiago