A medio morder, la fruta llora y se oscurece
aún tienes avidez en los labios
Cuando escribes te manchas de ti mismo
CUANDO SE NOMBRA, ¿QUÉ SE COMETE?
Cuando su cuerpo no sea más que una vieja parroquia
De nuevo esta historia cuenta la voz
El rugido inicial de los días. La extraña
en los bolsillos solo algunas hierbas
Es un bastón. El suyo. Ha venido
Eso que deja abiertas las puertas
Furiosas mañanas rojas del verano
Hacia dónde va octubre con sus ventanas rotas
Irremediablemente. Igual que un vicio
Llévame a las palabras escondidas
Lo que tú no me das ya me lo da septiembre en sus cruces
Los bordes de las palabras deberían soltar un poco de perdición
Miro tu boca tajante y llena de semillas. No da palabras
Nadie las reconoce si no es en el andar
No hay hora buena para decir la muerte
No sé por qué no quiero que me pille diciembre
No tengo de mi lado al lenguaje
O lleno de canción o un filete de estaño que nadie solicita
Pasa sobre nosotros la luz callada de la dejadez
¿Por qué pájaros de lo anterior?
Presencias sumarísimas: la leche reventando como una barba blanca en la cazuela
Pues ya lo ves, Tomás, que con el tiempo
Sólo llega a ser huésped quien no contrató frascos
Su tremenda manera de atardecer
Todo se lo dejan hacer: nidos arriba, manchas torcidas
Tus relaciones nunca fueron bellas
Uno tras otro. Faros. Mansedumbre
Ya no sé dónde dejar las palabras
Ya vienes sola tú, como las estaciones y