UTENSILIOS
Toda la paz del mundo cabe
de pronto en unas cuantas formas
deshabitadas del uso todavía.
Filos y vértices aún duermen.
Es una colección fría
y estremecida de niebla. Entregada
a la inocencia hasta que lleguen manos
a empuñarlos. Son los utensilios. Me fijo
mucho en sus mangos a la medida
de la mano, tratan de desmentir lo crudo
de su apariencia
y poner un poco, un poco de alma viva
en el teatro desastroso de mi cocina.
Abro y cierro cajones. Los veo. Solo eso.
Saludo desde lejos la traza
de sus extrañas composturas, su participación
en las pequeñas matanzas
(romper nueces,
sacar el corazón
a las manzanas, rasgar
la piel rendida de un tomate),
luego apago la luz
y salgo sin estorbar
su apacible militancia. En su desuso
hay algo de advertencia: una oscura dimisión
contra la ferocidad.
Los utensilios. Nunca los toco.
Tomás Sánchez Santiago