ÁRBOLES
Todo se lo dejan hacer: nidos arriba, manchas torcidas y
tachaduras sobre los nombres aborrecidos.
Pasión silenciosa la de los árboles.
Y hay un ritmo interior que desentona el juego ciego de las
elaboraciones:
hojas, frutos, vainas, flores.
Y, luego, no se defienden nada. Se entregan a las usurpaciones
como animales quietos.
¡Y mira que nada consiga defraudarlos...!
Caen sobre su entereza manos, dientes, picos, frío. Y no hay
idioma en ellos que delate el dolor de los arrancamientos. Nadie,
nadie sabe a qué suena la voz pasiva de los árboles.
Tomás Sánchez Santiago