DÍA POR DÍA
Uno tras otro. Faros. Mansedumbre
de coches. Bajan a la ciudad cada mañana
a someterse a un ruido sucio de relojes
y al súbito sabor de los abusos
en la rapacidad de los contratos.
Tú ya estabas ahí, los esperabas
despierto y alentando en lo oscuro, registrando
el latido del alba, los crujidos primeros
del mundo, que parece no conmover nada
a esa fila de ruedas sigilosas
manejadas por quienes vienen del sueño y sus relámpagos
y van a entrar así,
día por día,
en la luz laboral de otra mañana,
entre canciones desencadenadas
para apagar el peso de invisibles martillos oscuros,
achuchones en el alma que logran infligir
horarios extendidos y vigilancias ásperas.
Tomás Sánchez Santiago