EL ALOJADO
Sólo llega a ser huésped quien no contrató frascos
donde guardar saliva y números
pendientes de celebrar.
Bailarás con la vida,
si es así,
como baila un sordomudo con la mirada, inventando
la música en sus ojos
en medio de la fiesta y de espaldas
a una plata cansada de trompetas.
Tan sólo si deshaces la luz
entre los dedos y soplas de una vez sobre los nombres y ves caer
sus estambres sin ruido,
sabrás que quien aloja tu lenguaje también conoce esa virtud
de apartar las preguntas de tu lado
y vigilar las inmediaciones del pan,
las canciones musitadas,
la intimidad oscura de los dedales alejados
del uso.
Tomás Sánchez Santiago